martes, 29 de mayo de 2012

La narrativa como configuración de realidades No.1


En aquel lugar,  en una tarde un tanto fría, rodeado de tanta naturaleza casi como si  estuviese en un hermoso paisaje, al lado de muchas personas a las que el sentir, el hablar, el caminar,  les era imposible, pero, el estar ahí frente a la dama que más ame y admire con la que estaré pronto muy pronto lo compensaba,  porque cuando este ahí en ese lugar junto a ella le pediré perdón una y otra vez,  hasta que me libere de éste insoportable sufrimiento que llevo en mi.

En una mañana de enero en donde  la niebla se apodera del día, un niño de tan solo trece años tan inteligente, sumiso y amistoso,  recibe la mejor y más esperada noticia de su vida por parte de su abuela.  Sebastián casi entre dormido oye a su abuela decirle:

-Sebastián,  baja hay alguien en casa y quiere conocerte –

En ese momento Sebastián siente algo que no logra descifrar y de inmediato se levanta de su cama,  baja rápidamente para averiguar quién es esa persona. Al llegar, encuentra a su abuela que lo mira con una inmensa  alegría pero al tiempo  brotaron de sus ojos lagrimas  sin parar, Sebastián sin pensarlo dos veces con un gran entusiasmo,  dice en voz alta, mirando al hombre que esta en la sala

-Es mi papá abuela, es mi papá, - y ella sin decir una sola palabra,  ve como su nieto se lanza y abraza profundamente  a este hombre diciendo:

-Te quiero padre.-

Con un apretón de manos se presenta a Sebastián este hombre, eso si  dándole a conocer su nombre, claro que antes que este hombre  lo pronunciara Sebastián impulsivamente repite una y otra vez.

-Tú eres Robert, te llamas Robert,-

-¿Quién te lo dijo?- a lo que él respondió.

-Mi abuela me lo recuerda casi siempre y mi madre me lo decía,- pero Robert mirando fijamente a la señora Rita la abuela de Sebastián,  le hace una pregunta a Sebastián:

-¿Por qué te lo decía,  acaso dónde esta ella?, pero antes de que Sebastián contestara, la abuela interrumpe:
- Sebastián vete a cambiar se hace tarde para llegar a la escuela - sin embargo, Sebastián  no quería separarse de su padre y con un tono de voz un poco insatisfecho dice:   -¡abuela! –
Robert  le sugiere a Sebastián obedecer y  en seguida este corre, y en una abrir y cerrar de ojos nuevamente esta al lado de la Abuela Rita y su padre Robert.

La señora Rita y Robert acompañan a Sebastián hasta la escuela,  sin oírse ni  una sola palabra en el camino.

Rita estaba consciente que debía responder a todos los cuestionamientos de Robert,  luego de que Sebastián entrará a la escuela con una mirada de felicidad,  su padre y su abuela se sentaron a hablar por largo tiempo y en consecuencia del silencio había guardado  la señora Rita respecto a la muerte de su hija  ellos quedaron verdaderamente disgustados.

Después de varios meses en los que Sebastián era el niño más feliz del mundo aun sin darse cuenta que ahora su abuela y su padre no solo vivían  disgustados por el silencio que ella le había guardado sino que también por el futuro de él. Durante todo este tiempo Sebastián vivió lleno de curiosidad de saber en donde había estado  su padre, preguntándole en varias ocasiones en las que Robert siempre lo evadía.

Una noche de mayo cuando Sebastián dormía profundamente, Robert y la señora Rita se encontraban  enfrentados en una discusión por el futuro de Sebastián,  entre gritos y alegatos, Sebastián despierta, y prestando atención a la discusión, conoce dónde estuvo su padre todo el tiempo este tiempo que no había estado a su lado,  su abuela con un grito efusivo le dice a Robert:
- Usted jamás podrá tener a Sebastián, usted es un asesino.

Sebastián al escuchar  esto sale de su cuarto corriendo y gritándole a su padre:

-¿por qué? ¡Tú no eres un asesino!,  verdad que no papá,  dile a mi abuela que eso es mentira –

La señora Rita intentando alejar a Sebastián de Robert, crea un forcejeo en donde Robert empuja a la señora Rita y ella cae golpeándose la cabeza contra la mesa de centro. Sebastián asustado por ver a su abuela caída en el suelo herida le grita a su padre:

- ¡Ayúdala papá, ayúdala! - pero, Robert asustado,  abre la puerta de la casa huyendo,
- creo que en ese momento por su cabeza regresaría el recuerdo de la prisión-
Creo que corrí más de quince cuadras buscando ayuda,  pero ya era demasiado tarde.

Sebastián,   en una de sus visitas al cementerio fue encontrado muerto en frente de la tumba de su abuela,  con una carta entre sus manos que decía, abuela pronto muy pronto estaré contigo y te pediré perdón una y otra vez por haber anhelado tener a mi padre junto a mi sin darme cuenta junto a ti lo tenía todo, te amo abuela.    
       



Las historias son algo más serio y complejo de lo que hayamos imaginado alguna
vez. Éstas construyen y configuran realidades, resignifican la experiencia, introducen cosas y eventos al mundo, nos tocan y transforman; le otorgan sentidos a nuestra vida individual y colectiva. Al ser narradas, crean una esfuerza de entretenimiento que ocasionan la creación de mundos que, en palabras de Pelegrín A, (1982) “nos convocan al círculo, al contacto con la tierra, a un tiempo detenido”.


Pelegrín A, (1982) De la aventura de oír.

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